INTA salió a recuperar especies criollas de vides a lo largo de toda la zona cordillerana, las probó y ese trabajo devino en una asociación en ciernes, la de productores y elaboradores de vinos con uvas criollas, que ya cuenta a 200 integrantes, entre ellos grandes bodegas.

Este fenómeno moderno comenzó cuando Gustavo Alliquó, investigador vitivinícola del INTA y ampelógrafo, decidió emprender ese viaje hacia las zonas más alejadas y difíciles para recuperar esas variedades, y ver qué se podía hacer con ellas, con la idea de darle a los productores, una chance a las uvas criollas.

El razonamiento pasa por «entender que un pequeño productor no puede competir con Malbec, porque el Malbec lo tienen en un montón de grandes bodegas, y salir con Malbec al mercado para ese pequeño productor es muy difícil, entonces teníamos que ver como darle valor con un producto diferenciado que no tenga competencia con el más grande y que él pueda asegurar su venta».

Lucas Niven, de la bodega del mismo nombre, ubicada en Junin (Mendoza) expresó: “En conjunto con el INTA, hemos desarrollado todo el proyecto de variedades patrimoniales ancestrales de uvas criollas y las hemos empezado a identificar, a fermentarlas y a ponerlas en una botella y mostrárselas al mundo directamente, no solo a Argentina. Le buscamos la vuelta, porque era una uva que no se quería, que se tenía que dedicar para vinos básicos, y nosotros le encontramos la vuelta, desde cómo elaborarla a cómo mostrarla en una botella”.

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