El discutido, por lo menos en éstos días, sistema público de transporte de pasajeros en la Ciudad de Mendoza y sus departamentos aledaños está siendo el eje de grandes debates públicos y privados.

Desde el Gobierno lo defienden a capa y espada asegurando, cómo lo hizo ayer el Ministro Mema en una entrevista realizada en Canal 9 Mendoza, que «No veníamos de un sistema perfecto» y que si hoy se producen demoras «es porque los choferes deben explicar a los pasajeros cuál es el recorrido»; admitiendo tácitamente que el sistema se puso en marcha sin una adecuada, al menos en tiempo, información para los usuarios.

Es verdad que los detalles de nuevos recorridos está disponible desde hace varios días, cómo también es verdad que no todos los usuarios acuden a Internet para tomar conocimiento. También es cierto que, cambiar la rutina de miles de personas acostumbradas a horarios y trayectos específicos es una tarea larga y compleja; aunque ello no implique que los beneficios serán para la mayoría una vez que se acostumbren a sus frecuencias y trayectorias.

Las justificadas quejas de los primeros días encontraron rápida respuesta en el Gobierno Provincial, liberando el pago de pasajes durante algunos días y apurando la colocación de la nueva señalética; cómo así también introducir los cambios sugeridos, fundamentalmente, por los choferes que son quienes tienen diariamente el contacto con los pasajeros.

También es evidente el aprovechamiento político de algunos sectores que, montados en el descontento producido en los primeros días, intentan llevar agua (o votos) para su sector; en lugar de acompañar sugiriendo modificaciones que, en definitiva beneficien a los usuarios, que debería ser lo más importante en éste caso en particular.

Lo cierto es que, una modificación profunda del sistema de transporte público de pasajeros cómo la que se lleva adelante mediante Mendotran, merece desarrollarse durante algún tiempo para poder evaluar su funcionamiento e introducir las modificaciones necesarias; y no tiene demasiado sentido criticarla en forma agresiva con tan poco tiempo de puesta en marcha; a no ser que se busque la oportunidad de la consabida frase «a río revuelto….»

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