La información oficial suministrada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) indica que, la inflación de noviembre fue del 2,5%. Sin embargo, para una gran parte de las familias ese número no coincide con la percepción cotidiana: el costo de sostener el hogar sigue en aumento y el impacto en el presupuesto mensual resulta sensiblemente mayor.
La diferencia se explica, en gran medida, porque el Índice de Precios al Consumidor es un promedio de toda la economía, que no siempre refleja el peso real que tienen determinados bienes y servicios en los gastos habituales de los hogares.
Un ejemplo habitual es el consumo de alimentos. Productos como carne, frutas y verduras se compran de manera frecuente, por lo que cualquier suba impacta de forma inmediata. En cambio, otros bienes incluidos en el índice, como ropa o electrodomésticos, se adquieren con menor regularidad, lo que hace que eventuales bajas de precios pasen casi inadvertidas para la mayoría de las familias.
A esta situación se suma el cambio en los precios relativos, que profundiza la presión sobre los ingresos. Muchos hogares enfrentan aumentos en rubros que crecen por encima de la inflación promedio, como alquileres, servicios públicos y tarifas, cuyos ajustes suelen superar la evolución de los salarios.
La combinación de estos factores reduce el margen del presupuesto familiar. De acuerdo con un informe del IARAF, mientras alimentos y ropa se mantuvieron relativamente más accesibles —con excepción del último mes en alimentos—, alquileres, servicios públicos y comunicaciones continuaron mostrando subas sostenidas.
Insistimos, los datos oficales muestran una cosa, el sentimiento en muchos argentinos, es absolutamente distinto.