La historia que escuchamos y aprendimos desde pequeños, nos habla de los avatares políticos de esos convulsionados años y también del pueblo invadiendo la plaza con paraguas y escarapelas bajo una persistente llovizna otoñal.

Según algunos historiadores, no todo el mundo pudo concurrir al Cabildo Abierto. Los únicos autorizados además de los políticos y militares eran los vecinos casados, afincados y arraigados en Buenos Aires. En total se reunieron 224 personas. Traído al 2020,…. ésto lo decidimos entre pocos.

La sesión del «Cabildo Abierto» costó 315 pesos. Con ese dinero se pagaron los 16 botellones de vino, más chocolate y bizcochos que los asistentes consumieron como refrigerio. Además se compraron velas e hilo para colgarlas. También se tuvo que imprimir invitaciones y carteles que se pegaron en las calles y hubo que pagar el servicio de mudanza. Como el Cabildo no tenia asientos suficientes para todos, se trajeron bancos de la Catedral y de las iglesias de la Merced, San Francisco y Santo Domingo. Los proveedores, habrán sido «amigos» de algún notable que participara de la magna reunión ?

Los hombres de sociedad que llegaban en carruajes tuvieron que pagar 18 pesos para que los cuidaran, una versión de antaño de los «trapitos cuida coches» modernos. Y como si esto fuera poco, con el primer grito de libertad también nació el primer «delivery» de nuestra historia, se pagó del erario público, y lo cobró el fondero Andrés Berdial, quien llevó comida a los capitulares que trabajaron hasta tarde. Fueron 73 pesos que se gastaron en este servicio.

El debate estuvo lejos de ser civilizado. Al que se le ocurría apoyar al Virrey, lo insultaban a gritos y hasta hubo casos en que algunos oradores poco convincentes fueron escupidos por los más exaltados; de hecho tanta pelea y tan fuertes eran los entredichos, que Alberti murió de un síncope cardíaco el 2 de febrero de 1811, durante una acalorada discusión.

Finalmente 155 cabildantes votaron por la renuncia de Cisneros, y 69 lo hicieron por el mantenimiento del virrey. Imaginemos «la rosca», antes de votar.

La mayoría de los integrantes de la Primera Junta murió en la absoluta pobreza e indigencia y hasta debieron hacerse colectas para poder pagar sus entierros. Aquí, definitivamente, no hay similitudes.

Para finalizar, ese día no hubo escarapelas, ni paraguas, ni peinetones, ni sereno. La escarapela no llegó hasta el año 1812: aquél día hubo cintas. Con respecto a los peinetones, también llegaron mucho después, en 1828. Y sobre los paraguas, puede haber habido dos o tres solamente, porque se trataba de un bien de lujo para la época. El sereno, personaje tan popular en las representaciones populares -“las doce han dado y sereno”-, era quien anunciaba el tiempo, pero tampoco estuvo en 1810, sino que aparece en 1830.

Fuente MDZ

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