Las estimaciones previas indican que el informe sobre pobreza e indigencia del primer semestre de este año estará por encima del 40%, eso significaría un crecimiento significativo en la comparación interanual y la afirmación del ciclo a la suba retomado a mediados del 2022.
El impacto será fuerte, no sólo por eso, sino porque otros indicadores actuales proyectan un agravamiento del cuadro. La estadística oficial mostrará entonces una foto dramática y a la vez «vieja» por efecto de la velocidad de la crisis.
Como se suele decir, dato mata relato, en este caso se trata de números que reflejan lo que venía ocurriendo hasta mediados de año. El vértigo de aumentos de precios -la velocidad a la que «corre» la inflación- viene generando una agudización del marco económico y social, que ya se reflejaría en el relevamiento hacia el final del primer semestre 2023.
Se trata sin dudas de la peor derrota política, un fenómeno de arrastre de gestiones que desnuda discursos y campañas. Los datos son más potentes cuando se traduce a escala humana la realidad bajo la línea de pobreza e indigencia: más de 18 millones de personas, con impacto más grave en chicos y adolescentes.