Esta mañana y, a los 83 años de edad, falleció Ernesto Contreras, el «Cóndor de América». Estaba internado tras sufrir un infarto. También había sido diagnosticado como positivo a la COVID-19. 

Sin lugar a dudas uno de los más prestigiosos deportistas mendocinos de la historia. Campeón argentino de ciclismo en pista durante 8 años consecutivos, entre 1956 y 1963. Tres veces campeón argentino de ruta en 1959, 1970 y 1971. Campeón americano de pista en persecución individual en Brasil 1958 y subcampeón Americano en Montevideo 1957. Campeón rioplatense en persecución individual en 1957, 1958 y 1961. Participó en cuatro mundiales: Holanda 1959, Suiza 1961, Italia 1963 y Uruguay 1969. Fue integrante de la comitiva argentina en tres Juegos Olímpicos en Roma 1960, Tokio 1964 y México 1968. 

Y, tal vez su galardón más preciado y dónde ganó su nombre de «Cóndor de América»,  vencedor del Cruce de Los Andes,  dos veces. Y decimos lo de su logro más importante citándolo textualmente  “Cuando terminé el cruce en el 79 había cien mil personas en el Autódromo Los Barrancos. Es un dato de la policía. Hay una foto que da testimonio de ello. Me subí a un móvil de una radio y saludé. Entonces los vi. Eran miles y miles los que levantaban los brazos como yo lo hacía. Lloré hasta agotar las lágrimas”, eso generaba el Negro, y a partir de ese día fue apodado «El Cóndor».

Los mendocinos nos emocionamos con los relatos de la vuelta, cómo olvidar la tremenda subida en el ripio rumbo al Cristo, en éstas épocas tan profesionales asombra escuchar de sus labios “El ciclismo no me dio dinero, me dio lo más grande que el deporte me podía dar: el reconocimiento del la gente. Yo siempre trabajé, imaginate que después de ganar el Cruce de Los Andes me tuve que presentar a trabajar porque había pedido permiso para disputar la carrera”.

En su bicicletería, en la esquina de Pellegrini y O’Higgins de Godoy Cruz, seguirán colgado los cuadros de cuando corría, la tapa de El Gráfico cuando fue a los Juegos Olímpicos y un inmenso cuadro de él sobre una multitud que colmaba los cerros en un Cruce de Los Andes,  rodarán dando vueltas las historias que guarda ese lugar, y «El Cóndor» estará parado como cualquier hijo de vecino, flaco y fibroso con gesto adusto, pero cordial.

Don Ernesto, no sé si recordarlo así, con la casaca borravino defendiendo el prestigio de Mendoza; o aquella vez en los inicios de los 90 cuándo fuimos con unos amigos que salíamos a pedalear hasta su bicicletería, unicamente para verlo de cerca y nos quedamos cómo dos horas tomando mate y escuchándolo.

Gracias por todo «Cóndor», que tengas bonito vuelo.

«Yayo» Guinsburg

Profundo admirardor de los valientes ciclistas, el tipo que se emociona cada vez que ve pasar la serpiente multicolor.

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