La Licenciada en Fonoaudióloga, Romina Saracco, nos hace llegar su opinión acerca de un tema muy sensible que tiene que ver con la salud de los menores.
El Kit de la Infancia Infeliz: Etiquetas, Patologización, Medicalización y Adultocentrismo
Una de las características de la infancia es que los niños desde que nacen tienen una disposición a explorar, preguntar y actuar con lo que los rodea. La constante necesidad de expresar ideas, emociones y deseos hace que los niños tengan una presencia sumamente notoria y vivida. No obstante, en la mayoría de los espacios en los que se encuentran, por lo general son actores poco reconocidos y con frecuencia reprimidos. Creo, y esto es una apreciación personal, que los que vamos a trabajar con niños, en lugares tan sensibles como la formación o el diagnóstico e intervenciones que afecten su vida futura, previamente a ingresar a nuestros trabajos debiéramos firmar un contrato asegurando que respetaremos la integridad de esa infancia que estamos “modificando” de alguna manera.
En la escuela o en la clase no hay dos alumnos iguales, cada cual tiene su propia manera de ser, su estilo y ritmo de aprendizaje, su pauta y rapidez de desarrollo, motivación, intereses, curiosidad ante el conocimiento y comportamiento. Todos integran una misma cultura en la institución educativa, aunque proceden de ambientes sociales y familiares distintos y poseen diferentes “mochilas” en su historia de vida. Pero todos deben aprender igual y en los mismos tiempos las mismas cosas, porque así está organizada la escuela, de marzo a diciembre. Pensemos esto, y es como si nos dijeran que debemos crecer 1,5cm de marzo a julio y otro 1,5cm de agosto a diciembre… algunos crecerán eso y más tal vez…pero otros no… Es entonces, cuando los niños no cumplen con esta expectativa, cuando surgen las las primeras etiquetas, y ojo, no es mi intención criticar a la docencia, sino que reflexionemos juntos, repensemos nuestras prácticas y la corresponsabilidad de todos los que intervenimos en la vida de los pequeños y adolescentes.
Es frecuente recibir derivaciones escolares indicando “hiperactividad”, “déficit de atención”, y hasta “conductas autistas” (sí, con esos términos) pero la corresponsabilidad nos llega también a los equipos de salud, con algunos profesionales que sobrediagnostican y medican, logrando niños con abulia y somnolencia, agobiados por terapias de todo tipo, que muchas veces sólo consiguen que el alumno llegue a la escuela tan cansado que no atienda a lo que debiera ser su única responsabilidad, la escuela. Muchas veces un diagnóstico satisface a la familia y a la institución educativa porque desempeña una función “tranquilizadora”, pero es imperioso frenar la patologización y medicalización de la infancia… hoy el inquieto es el hiperactivo, el que se va detrás de una mosca volando, es el que tiene déficit de atención, el caprichoso es el que tiene trastorno oposicionista desafiante. Pero nadie está pensando en que muchos de esos niños nos están tratando de llamar la atención, o están mucho tiempo tras una pantalla porque no tienen quien los cuide o esa es la salida más fácil, o simplemente no tiene límites…
Además, la escuela nos ofrece desde hace siglos una idea adultocentrista en la que la única opinión válida es la del educador, hoy deberíamos pensar en pedagogías alternativas apartadas de los principios de la escuela tradicional, fortaleciendo el protagonismo infantil, propiciando la posibilidad y capacidad de percibir, interpretar, analizar, cuestionar, proponer y actuar, pero no implica que se haga lo que los niños y niñas quieran o pidan. El objetivo es facilitar la relación entre iguales y entre niños/as y adultos. Por ejemplo, pensaron que en casi todas las normas de conivencia que se plantean en las escuelas están las cosas que debe y no deben hacer los niños, pero no están consensuadas con los niños los deberes del maestro y los derechos del alumno?
Tenemos que entender que los adultos estamos en deuda con los niños, en estas épocas en las que el tiempo nos es escaso, vivimos envueltos en pantallas, el celular paso a ser un chupete electrónico que usan los niños desde la más temprana edad, hoy vemos las madres dando la teta y mirando el celular y perdiéndose la mirada agradecida de ese bebe q mira a su madre alimentándolo… devolvamos el tiempo a los chicos, sin pantallas de por medio… Devolvamos el juego, el vínculo con otros chicos, recetemos más salir en bicicleta, jugar con los vecinos, bañar al perro… porque los chicos perdieron el juego con otros, viven en un mundo de aislamiento, con notebook, Tablet, Smartphone, etc…
Escuchemos, observemos, a veces la solución está en ellos… hagamos diagnósticos, pero que ese diagnóstico no sea el modificante de mi vínculo con ella o él… seamos sumamente integrales en nuestras intervenciones con niños/as, veamos un TODO y no la suma de sus partes…